lunes, 18 de octubre de 2010

El Nombre del Mundo es Mar

No se si alguien habrá notado el gusto que tienen ciertos autores por los mundos de inmensos oceanos de aguas tibias y cuyos colores recuerdan al sáfiro o a la esmeralda. Lo usual es que se trate de un planeta lejano que solo recientemente ha comenzado a ser colonizado y donde el protagonista enfrenta algun tipo de misterio relacionado con la ecología acuática del lugar.

El estereotipo se me hizo evidente solo ahora, mientras leo “Turquoise Days”, de Alastair Reynolds, cuyo argumento principal acabo de resumir en el parrafo anterior. No es que el cuento de Reynolds sea malo. Todo lo contrario. Es un trabajo esplendido, de aquellos que me hacen envidiar a su autor por ser capaz de hacer lo que yo no he podido. Porque lo reconozco, yo también he querido hacer mi propia historia sobre un planeta de mares verdeazulados e increibles criaturas abisales.

Creo que el primer cuento de este estilo que leí fue “Trouble Tide”, de James H. Schmitz, en una Analog de mediados de los 60'. La verdad es que recuerdo poco de este relato y no me atreveré a dar una reseña. Es cierto que mientras esbozaba este artículo lo baje de internet (totalmente legal desde “Free Especulative Fiction Online”), pero tengo tantas cosas en mi “lista de lecturas en espera de un poco de tiempo libre” que sinceramente no creo que lo revise en el corto plazo.

El cuento que si recuerdo como un verdadero tesoro escondido bajo las mareas de la “Nueva Ola” es “Driftglass”, de Samuel Delany, y que le valió un Nebula a su autor. Claro, el cuento de Delany se aleja brutalmente del estereotipo que acabo de definir, pero que otra cosa se puede esperar de Delany.

En tiempos más modernos podemos ver varias versiones del mundo marino de aguas color turquesa. Recomiendo un cuento de R. Garcia y Robertson, “Cast on a Distant Shore”, como un imperdible en esta categoria. Es un relato que ha pasado muy desapercibido desde que fue publicado en el numero de abril de 1989 de la Fantasy & Science Fiction Magazine, asi que espero que sea un descubrimiento que valga la pena para quienes se animen a buscarlo.

En este punto no puedo dejar de mencionar a uno de los grandes escritores de nuestro tiempo y que al menos ha escrito dos hermosas historias, muy distintas entre ellas, pero ambas con un mundo y su oceano como omnipresentes protagonistas. Me refiero a Greg Egan y sus “Wang's Carpet” y “Oceanica”. Ya dije que eran obras muy diferentes entre si, y sin embargo quienes las hayan leído concordaran conmigo en que encajan perfectamente en el molde.

Por cierto que estos escenarios no se remiten solamente a los cuentos. Muchas novelas, y varias de renombre, recurren a ellos como telón de fondo para contar sus ambiciosas historias. “Snowqueen”, de Joan D. Vinge, es un ejemplo paradigmático. El espacio imaginativo que nos otorga esta novela, que es bastante grande por cierto, nos permite nadar largo y tendido en las aguas de Tiamat, que es como se llama nuestro planeta azul en esta ocasión.

Otro que tuvo una inspiración semejante, y que no se conformó con un mundo acuático así que hizo dos, es Dan Simmons. En su notable saga de Hyperion nos sumergimos primero en el paradisiaco Maui-Covenant, y luego en el quizas un poco menos idílico Mare Infinitum.

Asi las cosas estoy seguro que muchos de ustedes habrán leido varias de estas historias y muchas otras. En sus aventuras por los inacabables mundos de la ciencia ficción seguro que alguna vez se han encontrado bañandose en algun mar de aguas cálidas y cristalinas. ¿Saben de alguno que yo todavia no haya visitado? Por favor, denme sus coordenadas que me embarco de inmediato.


Nota: La imagen corresponde al número de mayo de 1965 de la revista Analog y hace referencia al cuento "Trouble Tide" de James H. Schmitz. Obtenida de http://75.95.141.45:8080/schmitz/Trouble_tide.htm